¡Hola!, mi nombre es Adrián Ordieres, y me dedico profesionalmente a la fotografía de vida salvaje. Cuando era un enano, ya recibía en casa cada número de National Geographic, y he de reconocer que pasaba más tiempo observando las fotografías que leyendo los reportajes que las acompañaban.
Más tarde, comprendí la importancia que tenía la imagen como apoyo de la historia, y la fuerza de una fotografía a la hora de acercar el mundo al espectador. Llegaron a mí lugares, especies e historias que de otra manera no habría conocido jamás.
Ojalá aún mantuviese aquella colección de revistas que me descubrieron el mundo. Se perdieron en alguna mudanza cuando aún no sabía la importancia que tendrían años después.
Mi primer acercamiento a la fotografía de manera seria llegó cuando tenía 18 años. Me matriculé en un grado superior de fotografía artística, donde durante dos años adquirí mis primeros conocimientos en cuanto a la parte técnica; desde la fotografía analógica, revelado y positivado en laboratorio, historia de la fotografía… hasta trabajo en estudio con iluminación artificial o fundamentos del fotoperiodismo.

Por aquel entonces soñaba con seguir los pasos de Robert Capa y Gerda Taro, Gervasio Sanchez o David Seymour, viajando a conflictos lejanos para tratar de hacer de este mundo un lugar mejor, con una visión excesivamente romántica de la fotografía de guerra que no terminó de cuajar.
Tras esto, dediqué los siguientes 10 años a formarme y trabajar como diseñador gráfico en un cambio de rumbo profesional que, aunque entonces no lo sabía, me ayudaría en gran medida a llegar a donde me encuentro hoy.
Durante este tiempo pude desarrollar una base sólida en el campo del lenguaje visual, la composición, el uso del color, storytelling, etc. Herramientas que a día de hoy trato de aplicar de manera instintiva a la hora de componer una imagen a través del visor.
Mis comienzos en la fotografía de fauna fueron graduales, aunque puedo destacar dos momentos que marcaron mis objetivos y fueron un punto de inflexión.
En primer lugar, un encuentro fortuito con un precioso gamo macho durante una salida por la sierra del Sueve, en Asturias, que me permitió tomar una única fotografía antes de desaparecer ladera abajo.
En esa ocasión mi equipo era una vieja Nikon D3100, que junto a un Sigma 70-300 no ofrecía demasiadas posibilidades. Aún así, la cercanía al animal me permitió tomar una de las fotografías que recuerdo con más cariño, y que me llevó a obsesionarme por querer fotografiar fauna de una manera más profesional, a leer cientos de artículos, seguir el trabajo de otros fotógrafos y comenzar a pensar en un cambio de equipo.

El segundo punto importante llegó cuando me uní al Colectivo Ornitológico Carbayera del Tragamón. Una asociación de Gijón, mi ciudad, en la que aprendí gran parte de lo que hoy sé sobre aves y otras criaturas.
Toda esta información me ayudó no solo a identificar las diferentes especies, si no a comprender sus comportamientos y desarrollar las habilidades necesarias para fotografiar aves en libertad. Ya fuese esperando rapaces desde un hide, arrastrándome por la arena para fotografiar limícolas, o buscando rastros por el bosque.
Aunque mi afición a este tipo de fotografía viene de tiempo atrás, el salto al terreno profesional llegó a finales de 2019.
Fue cuando me incorporé a SKUA Nature en el proyecto INNATE, que desarrolla una serie de reservas naturales en diferentes paises, pensadas específicamente para el fotógrafo de naturaleza.
Dichos espacios cuentan con hides para fotografiar las diferentes especies locales con el mínimo impacto, basando su funcionamiento en el conservacionismo y el desarrollo sostenible.

En este tiempo tuve la oportunidad de descubrir la fauna de los Paises Bálticos, y vivir experiencias tan emocionantes y dispares como esperar escondido durante 24 horas para tener un encuentro con el lobo de los bosques de Estonia, seguir el rastro de los castores en los rios de la región de Latgale en Letonia, o fotografiar los bisontes del proyecto de recuperación en Pasiliai, Lituania.
A pesar de la situación actual, continuamos con el trabajo en SKUA para que todas las reservas estén preparadas para recibir nuevos fotógrafos lo antes posible.
Mi próximo destino en estos momentos se encuentra en el Delta del Danubio, Rumanía. Allí se encuentra la reserva de Ultima Frontiera, uno de los humedales más grandes de Europa con una importancia ecológica indiscutible. Es territorio del chacal dorado, ¡al cual espero poder fotografiar pronto, cuando la situación nos lo permita!
A día de hoy, me resulta imposible concebir la fotografía de naturaleza de otra manera que no sea como una herramienta que nos permite, a los que la desarrollamos, poner en valor un bien tan precioso y necesario como es la biodiversidad de nuestro planeta.

En la actualidad, y después de 9 años, continúo trabajando habitualmente con mi Nikon D7000. Soy partidario de exprimir al máximo el equipo, las limitaciones técnicas te obligan a ser creativo para solucionar situaciones complejas sobre el terreno.
Tras casi una década con ella puedo decir que es una máquina que me ha dado muchas alegrías sobre el terreno.
Con un rango dinámico que era espectacular a su salida y ha compensado dignamente otros aspectos en los cuales se ve limitada frente a cuerpos más modernos, como el número de puntos de enfoque o la limitación al trabajar con ISOs altos.
Aún así, para siguientes proyectos y en cuanto la situación me permita volver al trabajo, cambiaré de cuerpo a la Nikon D500.
Me mantendré en el formato FX por la versatilidad que me ofrece en este tipo de fotografía (soporte de ISOs altos como sus hermanas mayores, factor de recorte y la aproximación que ello supone, y ligereza con respecto al full frame).

Actualmente suelo trabajar con dos objetivos muy diferenciados en función de la clase de fotografía que busco realizar.
Por norma general, monto un Sigma 150-600 Contemporary, tanto para fotografiar haciendo esperas desde hide, como para salir a caminar en busca de fauna.
No es un objetivo sellado, cosa a tener en cuenta cuando pasas mucho tiempo con el equipo a la intemperie y de climatología adversa. Sin embargo, me decanté por el modelo Contemporary frente al Sport por la diferencia de peso, siendo el primero bastante más ligero.
Por otra parte, de vez en cuando y si tengo oportunidad, suelo aprovechar para hacer macrofotografía. En este caso utilizo el Nikon 50mm 1.4 junto con unos tubos de extensión genéricos, que me permiten diferentes combinaciones en función de la imagen que quiera componer.

Me gusta trabajar con tubos de extensión por los desenfoques tan extremos que ofrecen, así como por la obligación de aproximarte mucho al sujeto. El resultado final me parece más íntimo que al trabajar con objetivos macro.
Hasta ahora siempre he utilizado Lowepro para portar mis equipos por la seguridad y confianza que me ofrecía para moverme por terrenos difíciles.
En estos momentos utilizo una Lowepro Whistler BP 350. Me permite configurar el interior de manera modular para adaptarlo a las necesidades de cada momento, con capacidad suficiente para no dejar nada fuera.
Mi trípode principal para las esperas en hide es un Manfrotto 055XPROB con rótula gimbal. Me permite movilidad total y una reacción rápida ante cualquier situación, como suele ser habitual en este tipo de fotografía.
Para recechos, en caso de ser necesario y por cuestiones de movilidad, suelo cargar un tripode ligero de K&F. Cumple perfectamente con su función, aunque en esta modalidad suelo disparar a menudo a pulso.

Otros accesorios que empleo en ocasiones son:
- Flash anular, también de K&F, que montado junto a los tubos de extensión permite iluminar tomas macro de una manera atractiva sin necesidad de montar sistemas complejos con varios flashes.
- Barrera laser de Cactus, que he utilizado en ocasiones, cuando las esperas nocturnas no son viables por falta de iluminación, o la especie a capturar es demasiado desconfiada como para esperarla in situ.
- Prismáticos Olympus 10×50 DPS-I para realizar reconocimientos previos del terreno. Cada fotografía requiere, por norma general, de muchas horas previas de observación.
- Cámaras de fototrampeo, para realizar el seguimiento de las especies que más tarde trataré de fotografiar, conocer sus hábitos, el número de ejemplares… Este tipo de cámaras, que se activan con el movimiento, permiten fotografiar y grabar video incluso en total oscuridad. Nos aportan información imprescindible para trabajar con las diferentes especies.
- Flashes Metz Mecablitz 50 AF-1, con sus correspondientes triggers de la marca Neewer para dispararlos a distancia.
- Hide portatil Walimex de una plaza, junto con diferentes redes y lonas de camuflaje para ocultarme y esperar el momento perfecto.
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