Me llamo Begoña Simón y me he especializado en la fotografía de still life. Autodidacta desde que tengo uso de razón, he explorado muchas de las posibilidades de la fotografía. Y aunque empecé interesándome en la fotografía de retrato, una crisis creativa me llevó por el camino del Bodegón contemporáneo. 

Empecé formándome en EFTI (Centro Internacional de Fotografía y Cine de Madrid), donde profesores como Miguel Oriola abrieron mi mente y mi visión sobre el retrato. Continué mi formación en el Centro de Tecnologías Avanzadas de Aragón. Pero, siempre inquieta y con ganas de descubrir, realicé el curso de Dirección de Fotografía de Cine en el CPA Salduie de Zaragoza.

El cine siempre me ha interesado y marcó mi estilo a la hora de realizar la fotografía social. Hasta entonces, la fotografía de retratos y el reportaje social habían marcado mi línea de trabajo. Pero las ansias de seguir aprendiendo, me guiaron hasta la escuela Spectrum-Sotos y la profesora que me ayudó a terminar con esa crisis creativa, Paulina Aleshkina.

Si tengo que definir mi fotografía social, lo primero que debo decir es que es natural. Siempre le doy preferencia a la espontaneidad y la naturalidad, destacando la frescura de las emociones humanas. No me gusta forzar situaciones. Dejo que surjan espontáneamente y yo estoy ahí para inmortalizar esos momentos auténticos y reales.

El capturar las emociones espontáneas de cada uno, es lo que me mueve. Somos lo que somos, sentimos como sentimos. Recordemos pues esas miradas sinceras, esos gestos inconscientes, esas muecas espontáneas… Y sobre todo, dejemos que brille nuestra esencia y nuestro alma. De las historias de amor, me quedo con las miradas cómplices, del sentimiento puro, del amor que flota en el ambiente… Yo soy espectadora, «robo» miradas y momentos de intimidad y amor que marcan ese día especial.

Me centro en las emociones y trato de interferir lo mínimo en el desarrollo de los acontecimientos. Lo mejor que han dicho mis clientes es: gracias por haceros invisibles este día. Mi equipo favorito para bodas consiste en una Canon EOS 5D Mark II y mi Canon 5D Mark IV, un arnés doble donde puedo colgar las dos cámaras despreocupándome de ellas para poder estar centrada  en el desarrollo de la ceremonia, un flash Canon 470 EX-AI y mi objetivo favorito para retrato el Canon 85mm 1.8. Aunque el Canon 35mm f2 y el Canon 50mm 1.4 también forman parte del equipo.

También tengo una Fuji X-T10 con dos objetivos zoom Fujinon 16-50mm y Fujinon 50-230mm (muy raro en mí, porque siempre uso focales fijas, de mayor calidad y muy luminosas). La verdad es que el equipo Fuji lo suelo usar en mi tiempo libre (viajes, etc) ya que es ligero y fácil de transportar. Y por muy fan que haya sido de  Canon, he de reconocer que últimamente, Sony me hace ojitos. 

Es en la fotografía Still Life donde me permito hacer locuras y jugar con los colores, dejando paso libre a mi  mundo interior, la creatividad, imaginación y buen humor.

Tengo dos vertientes totalmente contrapuestas. En una de ellas me gusta jugar con las fotografías de estética minimalista, clara, limpia, sin artificios, usando colores pastel y neutros, con mucha luz y jugando con sombras y el espacio negativo. Pero también me gusta utilizar colores vibrantes, así que me permito toques de locura para crear fotografías divertidas, en ocasiones un poco locas, pero siempre atrevidas e inusuales, creando composiciones más caóticas y excéntricas y rompiendo reglas.

Disfruto mucho esta fotografía en la que todo es posible. No hay límites. Y a la hora de iluminar, juego con la luz natural y la luz directa del sol. Siempre bien acompañada de un trípode. Uso un Canon macro 100mm 2.8, que me aporta toda la seguridad técnica que necesita esta fotografía.

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