Tengo mis reservas a utilizar el término «fotógrafo» desde la perspectiva profesional para presentarme a mí mismo porque, de hecho, hace ya 25 años que no tengo que vender mis imágenes. Las hago por puro placer; son casi una necesidad física, un ejercicio cotidiano como leer, escribir o escuchar música.

Eso sí, toda mi vida profesional ha girado en torno a la fotografía: primero como redactor y fotógrafo especializado en viajes, luego como editor gráfico de guías y revistas de viajeros y, desde hace 18 años, como profesor.

Me inicié en la fotografía a los 13 años cuando, para reclamar la atención de mi padre (abogado de profesión, pero fotógrafo de corazón), le pedí que me prestara una cámara y le pusiera un carrete. La idea era acompañarlo en sus «paseos fotográficos» por el Madrid de la Transición. Ahí nació mi amor por la fotografía. 

Mi especialidad es la fotografía de calle, que empecé a realizar en la adolescencia, cuando todavía no se había ni acuñado el término. Durante mis años de reportero colaborador de la sección de viajes de «El País» (1988-1995) realicé fotografía de viajes que, en realidad, es la prima hermana de la fotografía de calle.

Aun así yo establezco ciertas diferencias: en la foto de viajes sales a «buscar» imágenes (resolver fotográficamente los temas de interés del lugar que visitas), mientras que en la de calle sales sin planes previos, a «encontrar» personas, cosas, situaciones que te interesan. 

En la actualidad mi equipo se limita a dos cámaras muy sencillas, con las que he realizado todas las imágenes de los últimos 25 años: una Sony Nex-6, un pequeño modelo mirrorless con sensor APS-C que me regaló mi mujer el día que cumplí 50 años en 2014, y una Nikon FM2, una cámara analógica con la que he expuesto miles de carretes de diapositivas.

Sólo utilizo objetivos fijos: un Nikkor 50mm F2 para la cámara analógica y un 35mm. F1.7 Neewer, de fabricación china, para mi Sony digital. Este último no tiene ninguna conexión electrónica, por lo que resuelvo manualmente la telemetría y la fotometría a través del visor de cámara. Para lo que busco, es más que suficiente: todas las fotos de mi página web y perfil de Instagram están realizadas con ellas. 

No utilizo ningún accesorio. Ya no tengo, ni siquiera, bolsa de cámaras. Ni siquiera uso ni batería ni tarjeta de repuesto, lo cual me obliga a disparar lo justo y necesario. Sólo recurro, cuando salgo de viaje, a una funda de cuero para la cámara digital con objeto de protegerla mientras ésta viaja en el troley. Salgo a la calle con la cámara colgada al hombro con una correa muy corta, reciclada de la Nikon. Creo que llevo la máxima de «menos es más» a su grado extremo.

Web y redes sociales

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